¿Tu cliente te come por los ojos?
En un plato de comida, el color tanto del plato como de los alimentos, influye en la percepción del sabor. Igual que si un producto es malo por mucho que queramos no venderemos usemos la estrategia que usemos, igualmente si no está bueno, pues no está bueno. Por mucho que trabajemos la presentación y el color, la percepción del sabor va a seguir siendo esa.
Pero cuando el plato es bueno, la diferencia entre un plato genial y un buen plato, está en esos pequeños detalles que hacen que disfrutemos del mismo. En realidad es el mismo objetivo que en una empresa. Diseñamos una experiencia corporativa para hacer que el cliente disfrute y eso nos ayude a fidelizar, pero nos ayuda si somos buenos y hacemos bien lo que hacemos.
Pues igual que el color influye en la percepción del sabor, también en la percepción que el cliente tiene de nuestra empresa… Y de nuestra oferta. Nos equivocamos al creer que lo importante de una propuesta por escrito que le hacemos a un cliente es el contenido y la valoración económica. Si nos vamos de presupuesto, no van a entrar en juego otros factores, eso sí. Pero si lo estamos, su diseño, a través de esos pequeños detalles comunican al cliente precisamente eso. Si somos lo suficientemente buenos para cuidar los detalles. Porque si cuidamos los de la propuesta, cuidaremos los suyos también en lo que vendemos.
Hay muchas empresas que se preocupan por gestionar su experiencia corporativa y se olvida que hacer vivir experiencias al cliente no es algo reservado a las salas de venta o, en general, a estancia corporativa. Es algo que atañe a todo aquello que se relacione con el cliente y un presupuesto, por supuestísimo, atañe al cliente. De las instalaciones de tu empresa quizá conserve un recuerdo, pero de tu propuesta conserva un papel en su despacho o un mail en su gestor de correo electrónico. Cuida la presentación de lo que envías al cliente y hazla coherente con tu experiencia corporativa, con lo que quieres que tu cliente viva en su relación contigo.