Si hay un ejemplo claro de lo que implica no poner en valor la experiencia corporativa, ese es el sector hotelero. Un hotel no vende (o no debería vender) habitaciones, sino experiencias. Un cliente debería escoger alojarse o pasar sus vacaciones en uno y no en otro por lo que se siente en el establecimiento. A lo sumo, guiados por lo que otros cuentan que han sentido en sus instalaciones. Sin embargo, la transformación que ha sufrido...