Que tenemos que provocar emociones en el cliente es un hecho. El problema viene cuando emocionar es el fin y no la vía para llegar a lo que queremos comunicar. Emocionar por emocionar es un derroche de recursos para nada. Hace unos días leía información sobre una empresa que estaba implementando una actividad de gamificación. Se trataba de una Gymkana en la que los participantes debían ir superando pruebas hasta alcanzar un premio, una noche de...