Cuando somos esclavos de nuestras palabras
Nos preocupamos de la gestión, nos preocupamos del control de los pedidos, de la atención al cliente, nos preocupamos habitualmente de todo, menos del que sigue siendo el error más habitual en todas las Pymes y no tan Pymes: Comprometernos con algo que no somos capaces de cumplir.
Hay que vender sí, pero la necesidad mata. Y nos matan los cierres de ventas con un compromiso cogido con alfileres, o sea, con un compromiso que hay una probabilidad bastante alta de que no cumplamos.
Y pasa lo que tiene que pasar. Pan para hoy y hambre para mañana. Cerramos la venta con una promesa que no cumplimos, vendemos hoy pero matamos todas las ventas posteriores con ese cliente. Empezamos con mal pie.
Y lo peor de todo no es eso, lo peor es que en estas situaciones, somos nosotros mismos los que nos precipitamos a prometer algo que el cliente tampoco hubiese necesitado. Ese mañana está aquí cuando sabemos que lo mismo entra el pedido tarde y no llega, pero lo hacemos para cerrar la venta y al cliente, en el fondo, le da igual mañana que pasado. Pero claro, si no está mañana y nos lo exige una vez se lo hemos dicho, está en situación de hacerlo y nosotros de ser esclavos de nuestras palabras.
En pleno siglo XXI uno de los errores más típicos en todas las empresas, suele ser este, el mismo que hace 30 años, adquirir compromisos sabiendo que casi con toda certeza los incumpliremos. Y es que a veces un no, un pan de menos hoy, puede hacer que tengamos más panes mañana.