Empresas no, personas centradas en el cliente
Por muy atentos que estemos a los cambios. Por muy bien que implementemos medidas para cambiar y adaptarnos al cliente, siempre hay un «enemigo» con quien es difícil combatir: las rutinas.
Es inevitable, somos «rutinillas». Como hemos hablado alguna vez, nuestro cerebro es el órgano que más oxígeno consume. Es muy costoso de mantener, lo que ocurre es que hacerlo nos aporta una gran ventaja sobre el resto de especies. Repetir lo que ya sabemos que funciona una y otra vez, es un modo de ahorro energético. Por eso, aunque no queramos, tendemos a caer en la rutina. Porque es más cómodo.
Es muy frecuente cuando buscamos estar permanentemente adaptados al cliente, olvidarnos que no solo hay que cambiar producto y forma de ofrecerlo en función de estos. También nuestras propias rutinas. Y más en una Pyme, en la que una misma persona hace de todo. En este caso la rutina de una persona sería como que todo un departamento las tuviese.
El problema de las rutinas es que sigues haciendo las cosas como siempre, sin pararte a pensar que puede que ahora haya mejores formas de hacerlo. A veces hablamos tanto de adaptarse al cliente, que nos olvidamos que una empresa centrada en él, pasa necesariamente por personas centradas en él.