La decisión es tuya, no de los demás
Un comentario hace unos días en mi blog Neuromarketing Spain inició este ejemplo-reflexión que comparto hoy con vosotros.
Siempre comento la importancia de estar en relación permanente con el cliente. Que la empresa debe por un lado tratar de anticiparse a los cambios y por otro detectarlos en el mismo momento que se estén produciendo en caso de que no los haya detectado. Pues bien, tras ese comentario al que hacía referencia en el párrafo anterior pensaba en un ejemplo muy claro de las consecuencias de no hacerlo. Hablo de las Universidades españolas.
Por supuesto hay alguna excepción. Pero, por desgracia, son la excepción y no la norma. La mayoría de las titulaciones están completamente alejadas de la realidad. Con acuerdos puntuales con alguna empresa, sí. Pero viviendo una realidad completamente diferente. Un universo endogámico que cada vez está más lejos del mundo real. Que prepara estudiantes, incluso los brillantes, para un mundo diferente al de ahí fuera. Nuestros estudiantes terminan siendo expertos en superar exámenes, pero se dan de bruces cuando salen a la calle. Y me preocupa escuchar a algún docente que dice que los estudiantes «cada vez vienen peor».
¿Vienen peor? Como el chiste en el que el conductor que va en dirección contraria cree que son todos los demás los que van al revés. Si la mayoría cada año vienen peor y están menos motivados, ¿no será que nos estamos equivocando con el sistema y no con los estudiantes? Solo hay dos opciones. O esta, o de alguna forma la especie humana en España ha entrado en un proceso de involución que desembocará en la más absoluta desadaptación e ignorancia. No creo que sea esta segunda opción ¿verdad?
Ejemplo, también, de lo que suele pasar. Cuando desconectamos del mundo, cuando la empresa desconecta del cliente, tiende a pensar que causas ajenas a ella son las culpables de la situación. Todo antes de cuestionarse si es uno el que está fallando. Siempre es más cómodo echar balones fuera porque si la culpa la tiene otro uno no tiene nada que hacer. O seguimos sentados en el sillón quejándonos del bajo nivel que tienen los estudiantes, o nos planteamos que somos nosotros los culpables y lo solucionamos. O nos quedamos sentados diciendo que la gente cada vez es más rara, o nos levantamos y damos un giro a la empresa que nos vuelva a meter en el mercado. La decisión no está en los demás.