Si quieres parecer diferente, cambia la experiencia
Hace unos días Microsoft daba la noticia, el sustituto de Internet Explorer se llamará Microsoft Edge. Su logo mantiene la ya clásica «e», pero un tanto «tuneada». El color seguirá siendo el mismo.
A pesar de ser un producto nuevo, muestra una imagen continuista. Recordemos que el motivo que llevó a la gran compañía a prescindir del famoso Explorer es el gran número de quejas de sus usuarios. Lentitud, vulnerabilidad y un largo etcétera que llevó al fabricante de Windows a decidir que era mejor hacer uno nuevo que cargar con el lastre de versiones anteriores y que llevaron a otros exploradores como Chrome a ocupar una posición de liderazgo.
Algo nuevo, pero con la imagen de lo de siempre. Un tanto arriesgado. Con tus palabras estás diciendo que es nuevo, que has solucionado todo, pero con tu comunicación estás diciendo que continuas en la misma línea. Y ya sabemos que comunicamos más con lo que hacemos que con lo que decimos. O sea, Microsoft está transmitiendo una idea continuista.
Es pronto para decir si esto supone un acierto o no porque ni conocemos la estrategia global ni siquiera el producto está en la calle. Solo conocemos nombre y logo. Pero ellos mismos con este primer paso se obligan a que el producto sea algo completamente diferente y rompedor, porque si no dejará de ser el mismo producto con otro nombre. Un cambio de producto que rompa con otro requiere un cambio de su experiencia corporativa.
Por supuesto es posible cambiar la experiencia siendo continuista en algunos de sus elementos, el logo, por ejemplo. Pero lo que no es posible es decir que eres distinto sin haber cambiado nada. Es decir, si el resto de la experiencia una vez conocida sigue siendo continuista muy probablemente pasará lo mismo que ha pasado con el ya enterrado Internet Explorer.