El mundo necesita gente que ame lo que hace
Gran frase que leía el otro día a la entrada de una escuela de negocios. Hay una diferencia abismal cuando uno trabaja en lo que le gusta y cuando lo hace por obligación.
El problema es cuando uno se ve encerrado en lo que hace, con poca expectativa de cambio, por el motivo que sea. Bien porque se siente obligado a estar en el negocio familiar, porque lo que tiene es la única opción a la vista para llevar la comida a casa, o por mil razones. ¿Qué ocurre entonces? ¿Condenados a esperar que pase el tiempo por si suena la flauta y surge algo que te guste?
La flauta no va a sonar. Es así de claro, pero hay que asumirlo. ¿Entonces? ¿No hay solución? Hay veces y son muchas más que pocas, que podemos encontrar lo que nos gusta dentro de lo que nos disgusta. Lo primero, claro está, es tener claro lo que te gustaría.
En más ocasiones de las que uno se puede imaginar el tratar de aproximar lo que haces a lo que te gustaría es un soplo de aire fresco que posicionaría mejor la empresa para la que trabajas. Nunca me cansaré de contar el caso de mi querida Marta. Una cajera de supermercado por obligación, artesana y creativa de vocación que, armándose de valor, un día propuso a su jefe vender lo que hacía en el supermercado. Así empezó lo que hoy es una cadena de franquicias de complementos artesanos que arrasa en Levante.
Todo empezó siguiendo con su trabajo de cajera, ese que le aburría como una ostra, pero fabricando complementos en su tiempo libre y sobre todo teniendo de primera hora una infraestructura de varias tiendas vendiendo lo que hacía. Y no le costó nada, solo buscar cómo compatibilizar su sueño con su pesadilla.