Nuestros tiempos y los tiempos del cliente
Es curioso como a veces parece que el mundo no va a la misma velocidad para todos. Cuántas veces los trámites administrativos han enlentecido algo que pensábamos se hacía en un momento.
El problema viene cuando nuestra empresa no va a la velocidad que el cliente espera. Seguro que alguna vez te ha pasado. Te llama el cliente ya desesperado por tener lo que te ha pedido y solo han pasado veinte minutos. Tiempo en el que no has parado de hacer otra cosa que lo que él te ha pedido, pero lo que para ti es un rato, para el cliente es una eternidad.
Cuando esto pasa, nos empeñamos en hacerle ver al cliente que estamos trabajando en ello, pero normalmente ya es tarde. El cliente ya tiene esa sensación de desatendido que empieza a pesar en esa relación cliente-proveedor que tenemos con él.
La cuestión no es hacerle ver que estamos en ello, porque muy pocos llegarán a entenderlo. Es como cuando el trámite administrativo nos impide hacer algo. Para la administración todo sigue su curso normal y a nosotros nos comen los nervios. Por mucho que nos digan que es su trámite normal, nosotros lo queremos antes.
Luego entonces, el problema no es hacerle ver o no al cliente, que estamos en ello. Es adecuar nuestra manera de hacer las cosas a los tiempos del cliente. Claro está, no siempre se puede. Pero en un porcentaje bastante alto, seguro que sí. La mejor forma de eliminar esa desesperación es que nunca se produzca.