¿Debo usar un perfume como aroma corporativo?: El Caso Begoña
Me comenta Begoña, lectora del libro, una duda a través del formulario de contacto de esta web (en ¡Lo quiero!). He visto conveniente, de forma anónima y con su consentimiento para citar su nombre de pila, hacer un post con esa duda. Posiblemente muchos de vosotros os encontréis en su misma situación al implantar una experiencia corporativa en vuestros negocios. De modo que así, aprendemos todos.
Tras leer Neuropymes, se ha animado a construir e implantar una experiencia corporativa en su empresa. En su sueño hecho realidad, su tienda en la que vende la ropa que ella misma diseña y cose en la trastienda.
En general, en todas las Pymes, es importante la combinación marca corporativa-marca personal. Pero en el caso de Begoña, esa simbiosis es especialmente importante. En su tienda no vende productos fabricados por otros. Lo que vende, las prendas, llevan también su sello particular.
Como no podía ser de otra forma, sus rasgos personales forman también parte de los valores de la experiencia corporativa.
La duda de nuestra amiga, surge al implantar en su empresa un aroma que el cliente pueda asociar con ella, con su persona. ¿Uso como corporativo mi propio perfume?, me pregunta.
Querida lectora (uy, esto parece un consultorio). Tu tienda está en una zona de paso. Cerca de un transporte público. La mayoría de los clientes que pasan por ella no te conocen de nada. No sabían de ti hasta llegar allí. Así, que va a ser muy difícil conseguir lo que me comentas en tu correo: Lograr que tus clientes asocien el perfume que tú sueles usar con tu marca. Es más, no te aconsejaría que usases un perfume como aroma de tu estancia corporativa. Seguramente resulte demasiado penetrante.
Por las fotos que me has hecho llegar y la descripción que haces en tu mail, usas tejidos naturales. Tus diseños, al menos los que me has mandado, tienen, también, colores y formas que recuerdan a la naturaleza. Por ello, acertadamente, naturaleza es algo que quieres comunicar con tu imagen corporativa (y lo consigues, enhorabuena).
Para lograr lo que pretendes, yo usaría en la estancia corporativa un suave aroma a manzanilla. Muy suave, casi que no se note, pero que esté presente. Es un aroma conocido por tus clientes. Pero lo suficientemente característico, como para que cuando lo huelan en su casa al abrir un bote puedan recordarte «sin venir a cuento».
No quiere decir que esto que te describo lo vayamos a conseguir con todos los clientes. Pero estoy seguro que con algunos sí. Con los demás, el aroma te ayudará a evocar esa sensación a productos naturales, pese a que se trata de ropa. Recuerda: muy suave el aroma. No te pases, hay mucha gente que no le gusta la manzanilla en infusión y de pequeño le obligaban a tomársela. No queremos que recuerden eso. Muuuuy suave.
Para que asocien tu tienda contigo convierte una de tus debilidades en fortaleza. Me dices que no tienes empleados y tienes que estar cosiendo y vendiendo. Aprovéchalo en la venta. Cuéntales a tus clientes cómo, cuándo y qué quisiste expresar con ese diseño. Pero no te olvides que somos muy egoístas. Cuéntalo desde el punto de vista del cliente. Dile lo bien que encaja eso que expresa la prenda con ella, con tu cliente. Cuentale, por ejemplo, lo bien que complementa la suavidad y alegría que expresa la prenda, con su pelo negro y su expresión. Y eso sí, no le mientas. Si le queda mal dile que se pruebe otra cosa.
No hay nada mejor para asociar una experiencia corporativa contigo, que el que tú formes parte de ella.
Y a los demás, … Si queréis preguntar dudas, aquí estoy para responderlas 😉 Por cierto Begoña, otro consejo. Haz tu trastienda transparente. Con ello, tú lograrás ver quién entra por la puerta. Y tus clientes, verán, sin necesidad de que se lo digas ni leerlo en ninguna parte, que tú misma eres quien hace las prendas.
A todos nos encanta saber las historias de las cosas. A tus clientes les encantará descubrir por ellos mismos la historia de lo que están comprando y van a llevar puesto. Es mucho más efectivo descubrir que asimilar lo que otro te cuenta, aunque ese otro seas tú.