El lío de Coca-Cola

Hace unas semanas contaba el cambio de imagen de Coca-Cola desde el rojo, negro o gris de cada variedad, al rojo típico de la marca para todas. Tan solo una franja en la etiqueta o en la parte inferior de las latas las distingue.

Ahora, acaba de presentar en sociedad los nuevos botellines. Con aire nostálgico para evocar la juventud de los que ahora lo son un poco menos, ha eliminado la etiqueta y recupera el logo en blanco directamente en el vidrio.

Un cambio que, por un lado, es acertado. Pues logra integrar la marca en su rojo de siempre. Pero que no ha tenido en cuenta el lado práctico. Al estar la distinción de cada variedad en la parte inferior de las latas a muchos clientes les cuesta aún distinguirlas en el lineal de los supermercados. ¿Dónde está la normal? Cuando a lo mejor la tienen delante, pero su homogeneidad con las demás juega malas pasadas.

Lo mismo ocurre con el vidrio, habitualmente servido en hostelería y que hace que el camarero con las prisas haya sacado más de una normal cuando tenía que servir una cero y viceversa. Pues el único distintivo es la chapa y la palabra debajo del logo.

Es cuestión de costumbre, llevamos años buscando latas negras o rojas y ahora tenemos que buscar rojas. Pero quizá no estaría de más algún que otro distintivo más. Eso ocurre cuando se diseña pensando en la marca pero no en el uso que se hace de ella. Aunque seguro que Coca-Cola encuentra la forma de «enseñarnos» a usar la nueva marca.

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