Tipografías, esas grandes olvidadas

Normalmente nos acordamos de las tipografías cuando hablamos de logotipos. Cuando hablamos de todo lo relativo a la imagen corporativa, sin embargo cuando vamos a hacer una nota para colocar en la puerta, o echamos mano del rotulador o la hacemos con la tipografía por defecto del programa que estemos utilizando.

Lo mismo ocurre cuando vamos a dirigirnos al cliente, cuando le escribimos un documento, bien sea en formato electrónico o papel.

Los pequeños detalles marcan la diferencia. Hacer una nota a mano o con una tipografía que no encaje con el resto de la experiencia es tirar una bomba contra la experiencia corporativa.

Cambiar la fuente de letra que estamos utilizando es cuestión de segundos. Usar una que no sea coherente es claro síntoma de descuido y lanza, sin quererlo, un mensaje que el cliente percibe y que no evoca los valores corporativos.

Una empresa que quiera evocar modernidad y estar a la última, y use en un cartel en la puerta o en sus facturas Times New Roman. Con su tipografía evocando justo lo contrario a lo que pretende comunicar. Y seguramente lo que ocurra es que han dejado la fuente por defecto del software que están usando.

Una experiencia corporativa no es simplemente tener un manual perfectamente diseñado en una estantería. Una experiencia corporativa es una forma de comportarse como empresa, que afecta absolutamente a todos los aspectos de la misma.

El manual de experiencia corporativa debe ser el libro de instrucciones de cómo actuar en todas y cada una de las facetas de la compañía.

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